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El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y el mar se convirtió en sangre como de gente masacrada, y murió todo ser viviente que había en el mar.

El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos y los manantiales, y estos se convirtieron en sangre. Oí que el ángel de las aguas decía:

«Justo eres tú, el Santo,
    que eres y que eras,
    porque juzgas así:

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